Porque la salud bucal no tiene precio, los tratamientos y servicios low cost del sector dental empiezan a estar en el punto de mira. La falta de profesionalidad, calidad deficiente y otros problemas aumentan el riesgo para el usuario final, que recibirían una mejor atención y cuidado en las clinicas dentales Santiago de Compostela, A Coruña y otros municipios.

Cuando la relación calidad-precio pierde su equilibrio, el paciente está expuesto a las malas prácticas y los daños irreversibles en la dentadura, las encías o la mandíbula. Las clínicas low cost recurren a tratamientos y métodos de dudosa eficacia.

La calidad de los materiales y productos dentales también es discutible en este segmento. La situación se agrava cuando el equipo odontológico no selecciona personalmente las férulas, amalgamas y otros suministros utilizados en su actividad. Al desconocer aspectos como la resistencia, adaptabilidad y vida útil del material, el odontólogo abre una puerta a multitud de problemas que repercuten en la salud del paciente.

En las clínicas que basan su modelo de negocio en la reducción de costes, existe una excesiva rotación de personal, compuesto no por la flor y nata del sector, precisamente. Es habitual que un mismo cliente sea atendido por diferentes odontólogos, higienistas y auxiliares dentales, circunstancia nada idónea que contradice la forma de proceder de las clínicas líderes del mercado.

La guerra de precios y el enfoque mercantilista de estos centros odontológicos perjudican, en última instancia, al usuario final. A largo plazo, el low cost impacta negativamente sobre la reputación de la clínica, que acumula críticas y demandas judiciales hasta verse obligada a cambiar su denominación e identidad comercial. La lista de ejemplos es interminable.

Por consiguiente, es un error confiar el bienestar y salud de los dientes a clínicas cuyo único atractivo es el precio asequible. La sonrisa no tiene precio.