Soy un ferviente seguidor de la primera época del videojuego en España, aquella que se llegó a llamar como la Edad de Oro del Soft español y que brilló en la segunda mitad de los 80 y primeros 90 hasta que la llegada de las consolas de 16 bits cambió para siempre el panorama quebrando muchas compañías que no pudieron adaptarse. Muchas de aquellas empresas empezaron como esas de Silicon Valley, pero en vez de en un garaje, se usaban sótanos o buhardillas, porque en España lo de las viviendas con garaje adosado no es lo más común…
Yo ni siquiera había nacido cuando todo aquello estalló, pero mucho más adelante empecé con mi labor de arqueología gamer hasta convertirme en un gran conocedor de aquella fiebre de los 8 bits en España. Fueron ellos, de hecho, los que me animaron a estudiar una Diplomatura en Diseño y Creación de Videojuegos en Madrid. Los que ahora suman más de 50 años ríen cuando escuchan hablar de estudios específicos para diseñar videojuegos: en su época, por supuesto, no había nada de eso.
En su caso, había academias en las que aprendías a programar en lenguajes prehistóricos desde un punto de vista tecnológico pero que les ayudó a desenvolverse en el campo de la programación: le hizo tener una base que muchos no tienen hoy en día. Y, sobre todo, les hizo duros, con la capacidad de innovar con pocos elementos, de construir, en su suma, verdaderas obras maestras de jugabilidad sin apenas medios. Y es que cuando faltan medios, hay que suplirlos con imaginación.
Yo espero que en mi Diplomatura en Diseño y Creación de Videojuegos en Madrid no falten medios ni imaginación. Sé que algunos de los profesores son fans como yo de aquella época dorada del videojuego español y están interesados en difundir aquellos valores. Sé que soy un poco nostálgico y que aquella época no volverá (ni tiene por qué volver) pero espero, al menos, ser capaz de diseñar juegos en los que la gente se lo pase tan bien como yo con aquellos bichejos pixelados.