Escuchaba el otro día una entrevista a un veterano empresario del sector lácteo hablar sobre cómo ha cambiado el negocio en los últimos años y especulando sobre los retos del futuro. Me llamó la atención como celebraba que, de nuevo, haya vuelto a reivindicarse el consumo de mantequilla frente a la margarina. Decía textualmente que a la margarina le falta una molécula para ser plástico. ¿Y entonces por qué durante tanto tiempo se “nos vendió” que la margarina era mejor que la mantequilla?

Esto nos lleva a concluir que el consumidor siempre está a expensas de intereses muy complejos, a menudo oscuros, que la mayoría de las veces ni imaginamos. Podemos poner de ejemplo cualquier producto dentro del ámbito alimenticio, pero nos puede servir la propia industria láctea. Así como desde hace tiempo desde muchos flancos se están promocionando las bebidas vegetales como alternativa a la leche animal, también leemos cada vez más artículos que defienden la leche de vaca atacando las bebidas vegetales. ¿Quién tiene razón? ¿Es algo así como la polémica de la margarina?

Todos llevamos un científico dentro. Es algo así como lo que sucede con el fútbol en España. Pues con la comida sucede lo mismo, pero poco admiten la realidad: estamos casi indefensos ante el poder del mercado. Se supone que debemos estar seguros porque existen diversos organismos que se encargan de velar por la calidad de la comida que llega al supermercado. Pero no pondré ejemplos recientes de lo que puede pasar cuando algún empresario antepone la rentabilidad a la salud de los consumidores. 

Si un lobby ataca el aceite de palma es porque trabaja con otro tipo de grasa para procesar sus productos mientras quien lo defiende es porque buena parte de su industria depende del aceite de palma y sustituyéndolo supondría pérdidas millonarias. Al fin y al cabo, todo el mundo defiende su parcela de negocio, y si queda algo de tiempo y ganas, se ocupa de ofrecer al consumidor el mejor producto. Tal vez sea una visión pesimista, pero ¿qué puede uno pensar cuando le dicen que lleva comiendo veinte años un producto que es “casi plástico” y que previamente se había vendido como sano?